23 de julio de 2016

R-ENCUENTRO


You’re so very special,
I wish I was special...
What the hell am I doing here?
I don't belong here.
He’s running out again…

En un extraño acto de torpeza me permití alimentar sentimientos esperanzadores y toca hacerme cargo de las consecuencias. Empiezo esto sin certezas de tener algo que decir, ni mucho menos a quien.

* * *

La insistencia de sus mensajes y mis recientes ganas de verlo terminaron en la búsqueda apresurada de dinero para tomarme un taxi hasta su dirección. Se había mudado, el departamento nuevo era bastante distinto al anterior y por algún problema de carpintería en el piso los muebles todavía no ocupaban su lugar. La decoración era escasa, nula en realidad, nada invitaba a ser observado con detenimiento excepto por esa incontable cantidad de macetas con plantas perfectamente verdes incluso en pleno invierno, mientras yo tenía en mi haber varios cactus que murieron por falta de agua o por exceso. No era acogedor pero yo tenía la sensación de haber estado ahí antes sintiéndolo especial, sintiéndome vulnerable, había tenido antes un momento así. Jonathan tenía la misma actitud a la de quien te es cotidiano, había pasado un año y medio de la ruptura de nuestro noviazgo y de la última vez que habíamos estado juntos pero él actuaba como si hubiese sido la noche anterior que yo estuve en su cama. Me confundia, de repente ya no sabía exactamente para qué estaba ahí. Me invitó a pasar a su habitación porque estaba más calefaccionado el ambiente y en el pasillo se acercó de manera sorpresiva para besarme, fue en ese momento donde quedó en evidencia la rapidez con la que me latía el corazón. Puso su mano en mi pecho con gesto autoalabador y dijo algo que le dio risa pero yo no lo escuché concentrado en un intento frustrado de normalizar mi ritmo cardiaco y respiratorio. Lo siguiente fueron charlas sobre banalidades, preguntas de poca ocurrencia, una suerte de actualización muy resumida de los últimos días mientras hacíamos como que el tiempo distanciados no había transcurrido. Nos quitamos la ropa y metidos en la cama nos acariciamos con una película de fondo que no le prestamos atención. Igual que siempre, después de un rato él era el primero en dormirse y empezar a roncar mientras lo rozaba despacito con la punta de los dedos hasta que lograba dormirme. Los abrazos no cesaron en toda la noche algunos con sabor a reencuentro, otros a despedida, pero el que recuerdo es el que entre dormido me diste con más fuerza diciendo “que lindo”.
Al otro dia las obligaciones, una corrida hasta la parada del bondi y un saludo apurado cuando llegamos a destino.
-¿Eso es todo?- pregunté- soy un iluso.
Un buen gesto para conservar las formas y seguí.
No nos dimos nada más.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario