28 de enero de 2015

Remembranzas

    Los pasos me trajeron casi sin darme cuenta a la misma plaza y convencido de que las casualidades no existen me senté en el mismo banco. Por supuesto que no era casual. La fecha, el sueño de la noche anterior y haber cruzado tu perfume entre la gente mientras caminaba por la peatonal, todo me trajo de vuelta a este lugar. Al banco le falta una madera y sigue despintado, la noche esta fría, la plaza vacía y la fuente apagada. Todo es igual, todo invita a sumergir el débil pensamiento en la ilusión del recuerdo... Me lleva unos minutos darme cuenta del engaño, no todo es igual. La esperanza ilusoria se atenuó en la palidez de una promesa de amor eterno y la credula ingenuidad vergonzosa se consumió con aquel cigarrillo del último estío. Miro el reloj, esta vez solo tengo tiempo para mi, me tengo que ir...

20 de enero de 2015

Sin voz/s

            Era angustia, era tristeza… yo sabia perfectamente bien lo que sentía, pero lo que mas me pesaba en los hombros era la sensación de vacío. El vacío que me provocaba no poder encontrar culpables. Como luchar contra la angustia si no sabia que la provocaba.

            En el parque Yanina me esperaba sentada con el celular en la mano, seguramente en la espera de algún mensaje que justificara mi demora. El césped estaba recién cortado y las nubes dejaban pasar la cantidad justa de rayos de sol. La escena era perfecta. Ella tenía la facilidad de lograr momentos como esos, como si lo hubiese planeado todo.
            Cuando me vio hizo una serie de movimientos apresurados para dar la impresión de que recién llegaba, pero conociendo su capricho por la puntualidad seguro estaba ahí sentada hace treinta minutos… los treinta minutos que yo me retrasé.
      – Perdón se me hizo tarde. Le dije mientras le daba un beso.
      – Todo bien, yo recién llego. Me respondió, y sin querer me sonreí pero ella no lo notó.
            Lo demás transcurrió en silencio, ella preparaba el mate y me convidaba de ese chocolate con coco que no me gustaba pero que comía solo porque sabía que era su favorito. Mientras me acostaba el sol me dio en la cara obligándome a cerrar los ojos y suspirar con una sonrisa.
      –  ¿Cuánto hace que no disfrutabas la luz del sol? – Bastante, respondí.
            Silencio.
      – ¿De que sirven los lamentos? Pensé en voz alta
      – El lamento refleja una pena.
      – Se que es un lamento… -interrumpí- pero de qué nos sirve a las personas.
      – Para empezar es una forma de verbalizar el dolor y eso nos sirve para sanar, después de todo, las personas somos palabras.
 En nuestras charlas siempre llegábamos a ese momento en donde la estudiante de letras amante de las palabras mostraba un poco de su inocencia, todavía creía en las personas, tal vez era eso lo que me gustaba de ella.
– Las personas son hechos no palabras, pienso que las palabras expresan lo que queremos ser pero en realidad es nuestro accionar lo que nos define.
– No voy a discutir eso con vos por que no llegaríamos a ningún acuerdo, pero en cambio te pregunto, como vas a “accionar” –remarcó irónicamente- para solucionar eso que te esta pasando?
– ¿A que te referís? pregunte confundido
– A la angustia que te presiona el pecho en este momento. Dijo sin preámbulos.
      Silencio.
– Odio que me conozcas tanto. Dije molesto.

      Ella solo se acercó y me besó en la frente.