Era angustia, era tristeza… yo sabia
perfectamente bien lo que sentía, pero lo que mas me pesaba en los hombros era
la sensación de vacío. El vacío que me provocaba no poder encontrar culpables.
Como luchar contra la angustia si no sabia que la provocaba.
En el parque Yanina me esperaba
sentada con el celular en la mano, seguramente en la espera de algún mensaje
que justificara mi demora. El césped estaba recién cortado y las nubes dejaban
pasar la cantidad justa de rayos de sol. La escena era perfecta. Ella tenía la
facilidad de lograr momentos como esos, como si lo hubiese planeado todo.
Cuando me vio hizo una serie de
movimientos apresurados para dar la impresión de que recién llegaba, pero
conociendo su capricho por la puntualidad seguro estaba ahí sentada hace
treinta minutos… los treinta minutos que yo me retrasé.
– Perdón se me hizo tarde. Le dije
mientras le daba un beso.
– Todo bien, yo recién llego. Me
respondió, y sin querer me sonreí pero ella no lo notó.
Lo demás transcurrió en silencio,
ella preparaba el mate y me convidaba de ese chocolate con coco que no me
gustaba pero que comía solo porque sabía que era su favorito. Mientras me
acostaba el sol me dio en la cara obligándome a cerrar los ojos y suspirar con
una sonrisa.
–
¿Cuánto hace que no disfrutabas la luz del sol? – Bastante, respondí.
Silencio.
– ¿De que sirven los lamentos? Pensé en
voz alta
– El lamento refleja una pena.
– Se que es un lamento… -interrumpí- pero
de qué nos sirve a las personas.
– Para empezar es una forma de verbalizar
el dolor y eso nos sirve para sanar, después de todo, las personas somos
palabras.
En nuestras charlas siempre llegábamos a ese
momento en donde la estudiante de letras amante de las palabras mostraba un
poco de su inocencia, todavía creía en las personas, tal vez era eso lo que me
gustaba de ella.
– Las personas son hechos no palabras, pienso
que las palabras expresan lo que queremos ser pero en realidad es nuestro accionar
lo que nos define.
– No voy a discutir eso con vos por que no
llegaríamos a ningún acuerdo, pero en cambio te pregunto, como vas a “accionar”
–remarcó irónicamente- para solucionar eso que te esta pasando?
– ¿A que te referís? pregunte confundido
– A la angustia que te presiona el pecho en
este momento. Dijo sin preámbulos.
Silencio.
– Odio que me conozcas tanto. Dije molesto.
Ella
solo se acercó y me besó en la frente.
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