“El cuento
que hoy les traigo es corto inconcluso en cada parte del desarrollo, no tiene
fuego, no tiene pasión y casi sin conexión. Tal vez la perdida de tiempo mas
preciada y tan real como la necesidad de pertenecerse. Se cruzaron por ahí y
aunque no creían en las casualidades, esa lo fue. Aarón vio sus ojos… ahí se
ocultaba toda su historia, aunque poca, suficiente para hacer notar algunos
destellos de tristeza. Hermosos, grandes y marrones como el otoño pero nunca miraban
los de el. Todas las puertas bien cerradas con llave y seguro puesto, las de
los dos. Los canales de acceso reducidos a un whatsapp que no se envía. –Que
gran poder el de la historia, hay quienes le temen a un Dios… lloran, imploran,
suplican y piden perdón. Pero el pasado, la historia, Puf! –suspiraron.
–Miedo o precaución,
cuál es la diferencia. Si a fin de cuentas algo siempre te frena- dijo de
manera verborragica. –Como pequeñas luces colgadas en el camino que se prenden
para dar la alerta de peligro. – la respuesta le surgió de manera casi automática.
Faltos de
todo, excepto de dudas y temor.”
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