Caminó hacia la puerta casi como escapando, al salir el aire
helado de la noche lo dejó temblando y un poco confundido. Una noche así, sin
luna, es doblemente triste y oscura. La calle estaba mojada y en los charcos se
reflejaba el brillo de algunos faroles que se esforzaban en desintoxicar tanta
lobreguez. Con ira, con indignación, con secreto alivio caminó las cuadras que
fueron necesarias para reencontrarse con una serenidad objetiva. Del bolsillo
sacó un cigarrillo que encendió mientras oteó los primeros rayos del día.
-Deberíamos dejar de afirmar que nuestra realización está en
el futuro –pensó es voz alta- Es en este momento cuando debemos realizarnos,
tratando de hacer fructíferas nuestras potencialidades. ¿Y eso cómo se hace?
Desarrollándonos internamente en el presente. Metafóricamente sería como
apearnos de la máquina del tiempo, dejar de viajar al futuro para encontrar
allí el tesoro de nuestra realización o para sumirnos en el pánico por lo
desconocido. Y dejar de viajar obsesivamente al pasado para perdernos en los
motivos por los que no nos sentimos felices o añorar esos tiempos que siempre
fueron los mejores. Así, sin movernos en planos temporales ficticios,
desaparecen los conflictos y los miedos-
En ese trance no fue más cobarde ni más tranquilo que otras
personas, terminó el cigarrillo y esperó en la esquina para tomarse veinti algo.
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